Yo soy

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lunes, 22 de agosto de 2011

De cómo crecí Cambien Caricuao y Caracas por El Pajal, San Blas y Centro de Valencia

De cómo crecí
FÉLIX R. CHACÓN |  EL UNIVERSAL
lunes 22 de agosto de 2011  08:51 PM
En la época en la cual crecí, lo hice entre anuncios de obras ejecutadas. Crecí mientras Caricuao se construía, cuando las fábricas florecían, y las escuelas, liceos y hospitales se multiplicaban. Es más, el último gran hospital, creo tipo 4, en su momento el mayor y mejor en toda la América Latina, fue construido durante la democracia y hay que decir que por uno de sus menos populares y desprestigiados gobiernos.

Escogí Caricuao, pero todos sabemos que fueron decenas de urbanizaciones parecidas a lo largo y ancho del país, que incluían viviendas populares pero bien hechas, con servicios, parques, locales comerciales, ambulatorios, algunas con canchas deportivas y hasta piscinas.

Crecí en la época en la que seguramente más de un ministro y sus hermanos fueron favorecidos con becas y créditos estudiantiles en Venezuela, y por el plan de becas Gran Mariscal de Ayacucho o cualquier otro, y gracias a ello más de un comunista funcionario machaca algún idioma y estudió en alguna reputada universidad del imperio gringo o Europeo.

Crecí a punta de esfuerzo y trabajo cuando Venezuela se ocupaba de sus ciudadanos, y salir de la pobreza no era un cuento. La gente de los barrios migraba a urbanizaciones, las de los caseríos a los pueblos y luego a las ciudades. Venezuela era el mundo.

Crecí en cuando teníamos esperanzas las cuales saldábamos con el estudio y el trabajo. En el tiempo en que se andaba con una silla de extensión al hombro en plazas, universidades, y en cualquier sitio debajo de un poste de alumbrado público. Cuando además de estudiar, se trabajaba porque era necesario pero había empleo para la juventud. El país estaba plagado de oportunidades, se necesitaban los profesionales, los obreros calificados, los técnicos, y demás trabajadores que luego de graduarse en los liceos públicos y privados, en el sistema nacional de universidades, escuelas técnicas, en las academias pagas de secretariado, contabilidad, laboratoristas, y demás carreras largas y cortas, ingresaban a los empleos públicos o a las miles de fábricas y compañías que se estaban sembrando.

Crecí en la época en la que se proyectó y materializó Puerto Ordaz y las empresas básicas.

Lastimosamente el país se mide ahora en pequeñeces. Por ejemplo, en el afán efectista del Gobierno por engañar indefinidamente y seguir creando una ilusión de esperanza, el Presidente recientemente anunció que ya había 37 areperas socialistas. Así se mide el país ahora, no en decenas de hospitales nuevos como el José Gregorio Hernández, el Central de Barquisimeto, el de San Cristóbal, o en liceos como el Gustavo Herrera, Pedro Gual, Fermín Toro.
Tampoco se mide en eliminación de enfermedades endémicas o la construcción o mejora de la infraestructura. Ni en bajos índices de mortalidad o delictivos, ni en baja inflación y desempleo. Más bien medimos en miles de millones de dólares dilapidados, en venezolanos depauperados, niños huérfanos, viudas, madres que entierran a sus hijos.

Ahora no medimos en número de sueños realizados, sino en futuros truncados.
Crecí cuando había areperas como arroz, y no se necesitaba de un decreto para crearlas.

Iba a titular este artículo "37 areperas", pero es que yo crecí feliz.

¿Cómo creció usted, ¿Cómo quiere que crezcan sus hijos?

frcint@yahoo.com

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